La liberalización de la educación

Por Dr. Héctor León J.*

20 de marzo del 2017, Guadalajara, Jal.

 

La realidad educativa del país es sumamente compleja. Responder a la pregunta de cuál es la situación actual de la educación en México, depende desde dónde se le mire, desde la totalidad del sistema educativo, desde algún subsistema en particular, desde la perspectiva de las políticas públicas o de su correspondencia o no con la tendencias globales; son muchas las lecturas posibles.

Es imposible presentar un análisis, siquiera mínimo de los muchos conflictos y tensiones que enfrentamos. Hay asuntos fundamentales que están en la coyuntura como la reforma y lo que ella supone, la evaluación docente, la digitalización de la educación, etc.

Ejemplo de estos muchos problemas son que seguimos enfrentando el hecho de que no todos los niños y jóvenes asisten regularmente a la escuela, no permanecen en ella hasta concluir su escolaridad obligatoria en el tiempo previsto. No todos los estudiantes aprenden lo esperado durante su paso por la escuela. Seguimos teniendo un sistema educativo que ofrece enseñanza y aprendizaje marcadamente desiguales, siempre en demérito de las poblaciones socioeconómicamente más vulnerables.[1]

En fin, son muchos los asuntos. En esta ocasión no hemos querido concentrarnos en el análisis de esa diversidad de asuntos sino generar una reflexión a propósito de la relación entre educación y tecnologías.

Particularmente, en este breve espacio que se me ha cedido, me interesa desarrollar brevemente lo que puede ser calificado como educación “neoliberalizada” o “liberalización” de la educación; la presento como una tesis explicativa de las muchas transformaciones que ha enfrentado la educación en el país en las últimas décadas. Al mismo tiempo, este fenómeno, que no es sólo del país sino que tiene un carácter global, me permitirá explicar una, de las muchas razones por las cuales se ha impulsado en los últimos años esto que conocemos como la educación abierta y a distancia.

La liberalización de la educación es un proceso que supone la adopción, a veces ingenua y otras veces mal intencionada, de un discurso económico cargado de muchos supuestos filosóficos, que ha generado lo mismo tensiones y conflictos, que transformaciones valiosas por las posibilidades que nos ofrece.

Con la globalización de las últimas décadas se han generado un sinfín de transformaciones. La así llamada globalización neoliberal es tanto un proceso de procesos, como un fenómeno multidimensional donde habiendo tantas formas de globalización la más importante es la económica porque a ésta se subordinan las demás (la política, la cultural, la tecnológica). Ésta se dio como resultado de la imbricación del así llamado neoliberalismo y la globalización, justo en el momento en el que las políticas neoliberales fueron consideradas como las únicas válidas para generar desarrollo y crecimiento económico. Este hecho se gestó en las últimas décadas del siglo XX cuando se puso en evidencia el fracaso del Keynesianismo como política económica y en el caso de México el fracaso de la política de las sustitución de las importaciones.

Los principales organismos económicos y financieros (FMI, BM y OCDE) se han configurado, frente al debilitamiento de los Estados nacionales, como especies de MacroEstados, son poderes fácticos que operan con o por encima de los estados nacionales. El Banco Mundial y la OCDE son ejemplos de agentes que determinan tanto los objetivos como la estructura y la dinámica de la educación global. Son los promotores de políticas que han hecho de la escuela una empresa y de la educación una mercancía.

La educación es vista como factor económico, en la medida que la conciben como una actividad que sostiene y acelera el desarrollo económico global. Esto ha sucedido en la medida que el conocimiento y la información se ha convertido en un factor económico primordial.

Con sus discursos y recomendaciones han provocado que los Estados nacionales impulsen políticas educativas que han propiciado la liberalización de la educación.  Desde esta perspectiva las políticas educativas se orientan de acuerdo con su visión empresarial de la educación. Entienden que la calidad educativa se consigue con políticas de evaluación.  Lo que han conseguido es la configuración de simulaciones, procesos viciados por los que se manipula la realidad para garantizar altas calificaciones que retribuyen en reconocimiento y diversas formas de capital, como capital económico. Por estos mecanismos se resuelven problemas clásicos de la educación como el del financiamiento.

En nuestro país después del fracaso de las políticas de sustitución de las importaciones, los últimos gobiernos priístas, de Miguel de la Madrid hasta Ernesto Zedillo, empezaron un proceso de reconversión económica que consistió en la adopción de las políticas neoliberales y con ello se destapó toda una trasformación del país, donde la educación no podía quedar eximida. Particularmente Carlos Salinas de Gortari fue el promotor de un proyecto de modernización en diversos ámbitos incluida la educativa, la llamó la modernización de la educación. A partir de entonces términos como calidad y evaluación son la expresión de las políticas públicas que orientan y determinan tanto a las instituciones como a los sujetos de la educación.

A partir de este momento se ha afirmado la necesidad de hacer de la educación un medio para la satisfacción de las necesidades del mercado. La educación es entendida como aquella que prepara para participar en la sociedad y en la economía, como un factor que garantiza desarrollo político, económico y social.

Este fenómeno ha sido calificado como liberalización de la educación y, es explicado como un proyecto, que no es ni circunstancial, ni aislado sino resultado de una lógica que propicia  la conversión de la escuela en empresa y la educación en una mercancía.

En una perspectiva ingenua, la liberalización de la educación ha consistido en que se le ha dotado a la escuela de una serie de libertades de las que antes no gozaba. Se le ha liberado del Estado, no tiene porque depender de éste, por el contrario tiene que ser capaz de autorregularse y autonormarse. Se le ha liberado de estar encerrada a un determinado espacio; “la escuela” y la educación ahora son entendidas como educación abierta, se puede lograr en cualquier espacio y en cualquier tiempo. Incluso se le ha liberado de la carga que representaba ser formadora de personas. Hoy son las propias personas las responsables de autodirigirse, están obligadas a ser autodidactas, por ende no requieren de profesor, sino sólo de instructores. Con esto a los alumnos se les libera de un “censor” al que siempre se le concedía ser poseedor de la verdad, hoy cualquiera posee verdad, porque posee conocimientos.  Esta visión está presente un una gran cantidad de promotores de educación a distancia, cuyas instituciones educativas son receptoras de una demanda.

Entienden la educación como un factor cuyas condiciones de producción deben quedar totalmente sometidas a la lógica económica, se le considera como una actividad que tiene un coste y un rendimiento, cuyo producto es asimilable a una mercancía.

La privatización es una política por la cual la escuela (o segmentos de ella) se convierte en empresa. Las tareas que clásicamente se le han asignado: comunicar valores, trasmitir conocimientos, generar habilidades, sociabilizar, etc., pasan a segundo lugar porque lo que importa es el negocio y en los negocios no importan las personas en cuanto que sujetos sino en cuanto que clientes.

En este sentido, en el mercado educativo, sólo es rentable ofertar productos de los cuales habrá claros rendimientos. Se genera la división entre profesiones rentables y profesiones obsoletas. Importan aquellas que generan capital humano, que preparan para el mercado laboral, no para la vida. (en parte esto nos permite explicar el desprecio que hay por la ciencias humanas, incluida la filosofía).

Para ellos, los poderes fácticos, controladores del mercado educativo, la modernización no es otra cosa que la equiparación de la escuela con la empresa, a la cual dotan de tecnología y le exigen sea generadora de conocimientos, del capital humano que requieren las sociedades modernas.

Lo cierto es que conviene tener bien claro que, éste, no ha sido un proceso lineal, ni simple, ni sincrónico, ni homogéneo por el cual todas las escuelas, en todas partes, hayan vivido estas trasformaciones. Ni son todas las escuelas, ni en todas sus áreas, ni en todos los niveles educativos, ni todos los sectores, ni en el mismo grado, pero eso sí, toda la educación, directa o indirectamente, queridamente o no, por el hecho de estar organizada a través de sistemas educativos, por determinarse conforme a políticas educativas institucionales (estatales o regionales, etc.) está afectada o impelida por estas lógicas.

Un resultado tangible, de estas transformaciones es el impuso que se le ha dado a la educación abierta o a distancia. En razón de que se le concibe como una extensión de la educación continua, es decir, como aquella educación que puede realizarse de manera flexible, sin dejar de trabajar, que permite la actualización permanente.

Lo que aquí estoy señalando es que uno de los factores que propiciaron el nacimiento y posterior desarrollo de la educación a distancia, entre los más importantes están las transformaciones político-económicas que se dieron desde principios del siglo XIX y a lo largo del siglo XX. En el caso mexicano, la expansión demográfica de la primera mitad del siglo XX, el crisis del sistema económico, la reestructuración del mercado laboral, entre otras; obligó al sistema educativo a replantearse. Su reestructuración supuso un impuso significativo, primero para el sector privado y segundo, para modelos de educación acordes con las nuevas demandas laborales.

En el caso de la política educativa mexicana, sus impulsores, a mi juicio, han sido considerablemente miopes. Parten de la consideración de que una escuela de vanguardia o de calidad es aquella que incorpora a sus aulas computadoras o recursos digitales. Ahí tenemos el caso Fox y su proyecto enciclomedia o las miles de prácticas por la cuales la clase política se pone a repartir sin ton ni son recursos electrónicos, tabletas, Ipods; juzgando que la sola tecnología garantiza modernización educativa y consecuentemente calidad. No sólo es errática esta política pública, sino lo mismo la estrategia que utilizan las instituciones que para garantizar que alguien se incorpore a sus planes de estudio le dan su laptop. Se trata de un enfoque utilitarista, por demás errático, que no atiende las verdaderas necesidades educativas.

En un país como el nuestro “para que la política pública favorezca la relación entre tecnología y educación, o más bien entre tecnología y aprendizaje, la inversión debe orientarse, por ejemplo, en dos aspectos: acceso y manejo”[2]. Somos un país que no tiene acceso a lo fundamental: conexión fiable y de alta velocidad a internet. Tampoco el problema se resuelve dándole a cada niño su computadora, porque no está garantizado que tenga habilidades para su manejo óptimo.

En este escenario, surge la pregunta ¿Por qué entonces el Instituto de Filosofía ha dado el paso de ofertar un plan de estudios a distancia?

Lo primero que podría decir es que lo que anteriormente he presentado no es el único modo de entender y gestionar la educación abierta y a distancia. Con mucho su origen tiene que ver con una lógica paneconómica pero en su proceso de maduración y expansión, en su última etapa, encontramos no sólo perspectivas críticas que toman distancia de esa lógica utilitarista sino que han apostado por desarrollar modelos “ecológicos”, entendiendo por estos modelos no instrumentales. En ese horizonte queremos ubicarnos.

Apostamos por no dejarnos seducir por el canto de las sirenas, asumiendo que efectivamente el modelo entraña posibilidades. Hablar de educación abierta y a distancia, también puede significar que a ella pueden incorporarse sujetos que antes no podían hacerlo en el sistema convencional, que con los recursos que ésta nos ofrece podemos acortar las distancias o asimetrías que ha generado el sistema.

Referencias Bibliográficas:

* Héctor David León Jiménez, Licenciado en Filosofía, Maestría en Educación, Doctorado en Desarrollo Humano, Director académico del IAPE Universidad

[1] http://www.educacionyculturaaz.com/wp-content/uploads/2013/02/INEE-Educacio%CC%81n-en-Me%CC%81xico-Estado-Actual.pdf

[2] http://www.educacionyculturaaz.com/059/059-AZJULIO2012.pdf