Distinciones básicas y especificidad de la consultoría filosófica

en relación a las psicoterapias

 

Dr. Oscar Valencia Magallón*

 

Resumen: El siguiente texto define de manera general la consultoría filosófica como una forma peculiar de práctica filosófica que se encuentra, en cuanto a su formato y el ideario actual, relacionada a las psicoterapias, lo cual genera inquietudes acerca de qué le es propio y qué la distingue de estos abordajes, ya sean éstos de orientación psicosocial o clínica. Durante el artículo enmarcaremos a la consultoría filosófica dentro del modelo de prácticas filosóficas para posteriormente definir sus elementos constitutivos según diversos autores, así como lo peculiar y lo distinto de ésta en relación de otros abordajes interpersonales no filosóficos.

Palabras clave: práctica filosófica, consultorías filosóficas, psicoterapias, terapia, distinciones.

 Abstract. The following article defines philosophical consultancy as a peculiar form of philosophical practice that is, in terms of its format and the current ideology, related to psychotherapies, which generates concerns about what is its own and what distinguishes it of these approaches, whether psychosocial or clinical. During the article, we will frame the philosophica consultancy within the model of philosophical practices to later define its constituent elements according to different authors, as well as the peculiar and the different of this in relation to other non-philosophical interpersonal approaches.

 

Keywords: Philosophical practice, philosophical consulting, psychotherapies, therapy, distinctions.

A manera de aclaración.

¿Por qué buscar relacionar y distinguir la consultoría filosófica de las psicoterapias? Tenemos que partir de la siguiente consideración: las psicoterapias y la categoría de consultoría filosófica denotan un tipo de interacción entre sujetos con finalidades resolutorias. Es decir, cualquier consultoría filosófica y psicoterapia puede enmarcarse en el esquema de una actividad con objetivos generales y particulares que tienen como finalidad posibilitar el bienestar humano en sus dimensiones personales y sociales.

El carácter de resolución y aplicación adjudicada a una actividad realizada mediante la filosofía, implica una idea de la misma distinta a la que se remite a fines meramente académicos, revisionistas e historicistas. Estas características relacionadas al carácter erudito y riguroso del filosofar no son de manera definitiva las únicas maneras de entender a la filosofía, sin embargo, sí representan de modo general su tradición. No obstante, debemos comentar que sería impreciso no reconocer una orientación distinta y no academicista- revisionista de la filosofía en su propia historia occidental, pues existe una amplia tradición que remite a un carácter existencial y práctico de la misma, que podemos

encontrar en la filosofía helenística1 y posteriormente en el existencialismo del siglo XX donde aparece una marcada alusión a la filosofía como un modo de afirmar la vida, la voluntad y el ser propio como prioridad en relación con el concepto y lo meramente cognoscitivo(2).

Estas orientaciones sobre la relación filosofía y vida han decantado en la actualidad en un modelo llamado práctica filosófica y la consultoría filosófica se enmarca en este concepto amplio. Debemos mencionar importantes delimitaciones sobre este concepto: algunos filósofos han resuelto denominar filosofía práctica a la orientación que hemos venido comentando, pero este concepto suele confundirse con las determinaciones éticas del discurso filosófico o con la llamada filosofía de la praxis, que remite más a una ontologización de la práctica humana como definitoria de lo real (3). La práctica filosófica, en cambio, consiste no en una teorización sobre distintos tópicos filosóficos, sino en la aplicación de los recursos del andamiaje filosófico al servicio de los intereses sociales, comunitarios y existenciales del ciudadano común. Definiremos enseguida la categoría de práctica filosófica.

 

¿Qué es la práctica filosófica?

La práctica filosófica es una modalidad del filosofar donde la Filosofía se concibe como una actividad humana de primer orden, con fines democráticos y éticos que son desarrollados, promovidos y comunicados en todo lugar escapando del academicismo de los grandes centros de estudio, así como del elitismo intelectual.

La filosofía es aquí una actividad de todos y para todos, pero una actividad que representa una herramienta inigualable para la realización humana en el orden ético, cívico y existencial. Para órdenes de definición más estricta, diremos que en la práctica filosófica referimos más al filosofar que a la filosofía, entendida esta última como el producto de la acción del filosofar que se caracteriza por tematizar la realidad de manera discursiva, metódica, rigurosa, fundante y última en relación con las distintas ciencias. El filosofar refiere en su caso a las tareas de quien pone en juego su pensamiento estableciendo preguntas radicales, dando lugar a cuestionar lo discursivo y lo práctico, bajo el análisis y la crítica de los supuestos en el entendido de que esto afecte un aspecto de la vida humana o su totalidad.

Según el diagnóstico de la UNESCO (4) al respecto de nuestro tema, la práctica filosófica (filosofía práctica como lo denomina dicha institución) representa una modalidad de la filosofía arraigada en el pragmatismo y en ciertos principios socioculturales de la posmodernidad (5). En cuanto al primero, se parte de una representación lingüística del mundo desde la cual se determinan las acciones de los seres humanos entendidos éstos como seres de lenguaje relacionados entre sí a través de la comunicación y sus prácticas en su dimensión performativa.

Es en el lenguaje en donde concebimos nuestro ser como humanos y este mismo es el que define el sentido y dirección de las prácticas que, en última instancia, son las generadoras de mundo. Podemos decir que, desde el pragmatismo, la praxis es entendida como acción del ser humano sobre el mundo que da orientación y sentido al lenguaje, mientras que éste

delimita lo que puede ser representado, pero estableciendo que el mundo es, en primera y última instancia, lo que significamos y configuramos a partir de ello.

Pero como comentamos en párrafos anteriores, esta orientación de la filosofía y su relación con la vida se encuentra dentro de su misma tradición de antaño.

En cuanto a la posmodernidad, la práctica filosófica reivindica el valor de la individualidad, la pluralidad, el principio dialógico y la libre determinación de las prácticas fundamentadas desde el mundo mismo. La ausencia de grandes ideologías explica el lugar preponderante que los individuos dan a su propia palabra como determinación del ser y las acciones. Existe

además, una transformación de los mecanismos socioeconómicos tradicionales que ha derivado en la necesidad de replantearse nuevos principios, esquemas de creencias y principios de orientación, situación que debe ser tratada eminentemente de manera filosófica.

Podemos decir que se da mayor peso al sujeto que está detrás de los discursos que a los discursos en sí mismos, destacando la dimensión universal de la capacidad inherente de filosofar que se ve ahora más exigida y llamada a desplegarse en estas necesidades profundas de encontrar sentido a la corriente de experiencias.

 

¿Cuál es el objetivo de las prácticas filosóficas?

La práctica filosófica tiene por objetivo el cultivo del filosofar que prepondera la salida de la filosofía de las aulas para poner al servicio de la sociedad y su desarrollo lo esencial del acto de filosofar: generar conciencia crítica, humana y ética para transformar las dinámicas deshumanizantes.

Esta idea de la filosofía considera que el ser humano por el hecho de serlo manifiesta una condición de buscar lo último y lo mejor, es decir, se parte de la consideración de que todos somos filósofos en alguna medida y que vivimos en un tiempo que apremia el cultivo de esta dimensión antropológica de primer orden.

 

¿Cuándo una práctica es filosófica?

Cuando intencionadamente se procura dar sentido amplio y orientador a las prácticas a partir de implementar la reflexión y la crítica; en la medida en que invitan a expresar ideas, a compararlas y analizarlas, reconociendo su relatividad, imperfección o subjetividad; en la medida en que cuestionan la realidad de lo que se sabe y se piensa; en la medida en que experimentan lo que podría pensarse de otro modo y cuando desde ellas se cuestionan las condiciones de legitimidad del propio pensamiento.(6)

Definida ya la categoría de práctica filosófica en su objeto, finalidades y supuestos teóricos, comentamos que ésta cobija un conjunto de prácticas que atienden intereses y necesidades existenciales, terapéuticas, políticas, culturales e intelectuales.

Algunos ejemplos de lo anterior son los cafés filosóficos, los talleres filosóficos, las publicaciones de divulgación filosófica, los congresos de prácticas filosóficas, las consultorías filosóficas, el desarrollo de prácticas filosóficas en medios difíciles, la filosofía para niños, la divulgación de la filosofía, entre otros. Resaltando los intereses y necesidades de modalidades terapéuticas y de consultoría, nos remitiremos a la consultoría filosófica para dar cumplimiento a los objetivos del presente texto.

La consultoría filosófica es una práctica filosófica particular y su historia se remite al primer consultorio filosófico inaugurado en Alemania por Gerd B. Achenback en los ochentas, quien ofrecía un espacio para la revisión de los conflictos personales, existenciales y de sentido que podían, desde su juicio, ser abordados por la aplicación de principios filosóficos y el análisis de los pensamientos (7). Llamaba “huéspedes” a quienes asistían a estos momentos de interacción señalando con esto el carácter del encuentro filosófico como un encuentro libre, lejos de la categoría de patología y que guardaba fines pedagógicos, a través del respeto irrestricto de la propia individualidad y modo de concebir los problemas. A partir de este suceso se fueron creando organizaciones que conjuntaban esfuerzos de filósofos que se sentían identificados con la concepción de una filosofía no alejada de la vida ni de sus problemas más acuciantes.

 

¿Qué es una consultoría filosófica?

Existen varios conceptos para referir a esta práctica filosófica. Se conoce como counseling

filosófico, como consultoría, como asesoría o como orientación filosófica. Los términos varían según las funciones, alcances y límites que se adjudiquen a este ejercicio, a la variante de la traducción entre el mundo anglo y el mundo hispano y también a las preferencias de los consultores o filósofos prácticos. Por ejemplo, Galván Sánchez (8) define esta tarea como

orientación y no tanto como consultoría a la manera de Cavallé, pues juzga que el papel del orientador es auxiliar un proceso terapéutico donde la filosofía sirve como auxilio a otras disciplinas, por ejemplo a la psicología, a diferencia de la postura de la filósofa española para quien la filosofía guarda un papel determinante sobre necesidades de transformación espiritual que sólo pueden corresponder a la filosofía cultivada a la manera del helenismo: “Son muchos los especialistas en el psiquismo humano que han comprendido que las “recetas” y las “técnicas” no funcionan a largo plazo y que sólo el conocimiento profundo de uno mismo, arraigado en el conocimiento de nuestro lugar en el cosmos, es decir, la filosofía, puede ser fuente de plenitud y de una verdadera y permanente transformación” (9).

En este ejemplo, se toma el carácter definitorio o funcional del abordaje filosófico para determinar si éste es llamado orientación o consejería. Existen diversas definiciones de consultoría filosófica, podemos aludir unas cuantas en cuanto su definición y metodología.

Por ejemplo, Mónica Cavallé dirá que es una actividad destinada a transformar la concepción de uno mismo bajo la búsqueda y descubrimiento de la filosofía personal (10). Considera que todo verdadero saber transforma y que el conocimiento implica comprensión, pero en el sentido de la modificación del ser personal. Considera como guía

de todo proceso del ser a la sabiduría, de la cual comenta: “La sabiduría nos dice que conocer profundamente algo es serlo” (11) , pues toda transformación de nuestro ser se realiza en una toma de conciencia o comprensión de algún aspecto de la realidad y, paralelamente, toda comprensión profunda nos transforma. Considera que esto deriva en el “despertar”.

Propone como metodología la aplicación en conjunto de las siguientes acciones: escucha hermenéutica o comprensiva, reinterpretación o resignificación, descubrimiento de visiones del mundo latentes, mayéutica, elántica o arte de refutar, clarificación de valores y objetivos, análisis de creencias, análisis de conceptos, examinar los argumentos mediante el uso de la lógica, la fundamentación de las opiniones verdaderas, la reelaboración de la nueva cosmovisión, traer ideas filosóficas a las sesiones, aplicación de las tecnologías del yo, procedimiento fenomenológico entre otras.

La argentina Roxana Kreimer dirá que se define como un abordaje que permite tratar con los problemas existenciales y las falsas creencias a través del buen razonamiento y las herramientas del pensar filosóficos, teniendo como base del diálogo la empatía y la igualdad; el consultante no es enjuiciado sino acompañado en un marco de libertad para el diálogo. Como método propone la aplicación de los siguientes instrumentos filosóficos:

Examen de los argumentos del consultante y de sus justificaciones, clarificación y análisis de términos y conceptos, exposición de presupuestos implícitos e implicaciones lógicas, exposición de contradicciones e incoherencias, rastreo de teorías filosóficas, teorías  alternativas que pueden ampliar el horizonte de reflexión y biblioterapia (12).

Peter B. Raabe dirá que la consultoría filosófica ayuda a un individuo a tratar con los problemas o conflictos personales cuando éste, por sí mismo, ha llegado a un callejón sin salida que pudiera ver la luz a partir de la aplicación de principios filosóficos. Propone identificar el proceso de consultoría en cuatro pasos: en primer lugar, la escucha atenta y comprehensiva del cliente, en donde el cliente se familiariza con el modo de trabajo del consultor estableciendo sus preocupaciones y se familiariza con el procedimiento. El segundo paso consiste en que el consultor intenta ayudar a su cliente a resolver sus problemas y preocupaciones más inmediatas; aquí el consultante ve al consultor como un experto y hace uso de sus capacidades de razonamiento para resolver sus propias dificultades. En tercer término, el filósofo se coloca en el papel de maestro para ofrecer alternativas mediante el recurso a la tradición filosófica para desarrollar en el cliente propias habilidades de razonamiento y las disposiciones filosóficas necesarias para producir un movimiento personal de búsqueda y cuestionamiento que pertenezca sin más al cliente y lo convierta en un pensador autónomo. En el último estadio se invita al cliente a trascender la orilla inmediata del problema a resolver para arribar al cuestionamiento de los supuestos y valores incuestionados en su propia visión del mundo y, con ello, alcanzar la sabiduría que permite ver de manera más profunda y amplia aquello que no se había revelado antes. Dejar de ser una máquina automática para correr a ser pensadores autónomos que podamos satisfacer visiones más amplias y adecuadas de la vida buena.

Oscar Brenifier, por su parte, establecerá que la práctica filosófica implica un diálogo deconstructivo ante el encuentro con lo real y con lo otro, es decir, un proceso de deconstrucción que echa abajo lo no racionalizado, argumentado y fundamentado (13). El objetivo es que cada participante sea consciente de su peculiar aprehensión el mundo y de sí mismo, delibere sobre las posibilidades de otros esquemas de funcionamiento mental y se comprometa en un proceso dialéctico que le permita trascender sus propias opiniones.

Y aquí es donde se encuentra la esencia de la actividad filosófica: en la trasgresión de la opinión personal y del modo subjetivo de experimentar el mundo. Se busca la confrontación ante lo otro, lo distinto, lo real. Brenifier define la práctica filosófica como una actividad constitutiva por sí misma y determinada por tres operaciones: la identificación, la crítica y la conceptualización (14).

La primera consiste en postular y conocer la diferencia, postular y distinguir la comunidad. Nada puede pensarse ni existir si no es en relación a lo otro, a otras cosas. La segunda se refiere a someter mi idea la actividad del pensar para convertirme en alguien diferente a mí mismo, lo que no implica, sin embargo, que uno se convierta completamente en otro.

Aunque también debo ser consciente de mi incapacidad fundamental de escapar verdaderamente de mí mismo. Por último, conceptualizar funciona para enunciar la problemática, pues todo concepto posee unos presupuestos, una construcción particular, un contexto. En este sentido, el concepto es aquello que nos permite interrogar, criticar y distinguir, lo que permite esclarecer el problema y construir el pensamiento. Y si el concepto aparece aquí como la etapa final del proceso de problematización, también podemos afirmar que inaugura el discurso en lugar de terminarlo.

Después de mostrar algunas concepciones significativas en el argot de algunos filósofos prácticos significativos, doy paso a compartir nuestra concepción de consultoría filosófica, la cual se vincula con el  concepto griego de therapeia. A diferencia de lo que se puede pensar inmediatamente, no estoy refiriendo aquí la relación de la filosofía con la medicina, ni al estatuto clínico-psicológico que se puede atribuir a las intervenciones en los formatos de intervención de la mente, sino que entendemos dicho término bajo la voz griega que remite a “servicio”. Es decir, la filosofía como therapeia es entendida como una actividad mediante la cual se puede servir del pensamiento y con el pensamiento mediante el diálogo bajo el rol de un “otro” con la finalidad de resolver conflictos y necesidades de intelección profundas que, obteniéndose, pudieran aumentar el bienestar personal y fungirían como principios de humanización particular y comunitaria.

El formato de acompañamiento y diálogo filosófico en la actualidad coincide con el modo en que se encuadran algunos abordajes psicoterapéuticos y psicosociales. Por esta razón, suelen conjuntarse las imágenes de un consultor filosófico con el de otro profesional del abordaje o intervención de lo humano. Esto genera dudas y confusiones sobre las tareas de un consultor filosófico o filósofo práctico en relación con un profesional de la psicología o de modelos de acompañamiento en general, sean estos psicoterapéuticos, psicosociales o de couching.

En lo que sigue me dedicaré a establecer diferencias fundamentales en relación a las intervenciones no filosóficas mencionadas. 

¿En qué consiste lo peculiar de la consultoría filosófica de los abordajes psicológicos y cuáles son sus diferencias?

Respondiendo a lo primero, decimos que el objeto de la consultoría filosófica (como denominaremos en adelante a las prácticas filosóficas del counseling o acompañamiento filosófico) radica en las creencias o al conjunto de ellas, a lo que Raabe ha denominado el worldview interpretation (15) o cosmovisión, así como al discurso englobante que conjunta dichas creencias para conformar una visión, así como las operaciones del pensamiento que sean restrictivas, poco lógicas, falaces, no-objetivas, cerradas en sí, no reflexivas.

Además, creemos que también es objeto preferencial de la filosofía el cuestionamiento profundo del ser del humano como cuando se pregunta existencialmente por la vida, la muerte, el destino humano, el absoluto, la justicia, el sentido de la vida, la angustia, el deseo, entre otros muchos tópicos.

Hemos colocado el objeto de las prácticas filosóficas en tres dimensiones:

  1. el worldview interpretation o cosmovisión conformada en la razón por la cultura y la sociedad,
  2. las operaciones de pensamiento cercanas incongruentes o subjetivas que implican la intervención de las leyes de la lógica formal, así como las habilidades de pensamiento superior y crítico; por último,
  3. aquellas que tocan dimensiones humanas centrales que urgen la reflexión filosófica en las crisis existenciales y cognoscitivas.

Las dimensiones referidas comportan una cierta racionalidad en el modo en que el sujeto las asume. Por esta misma condición, son susceptibles de ser clarificadas, reflexionadas, evaluadas, mediante el ejercicio filosófico de crítica, análisis e interpretación, lo cual explica que, su modificación incida directa o indirectamente en pautas de conducta, las cuales suelen reproducirse acríticamente o sin algún sentido asumido conscientemente por los sujetos. De aquí el que pueda esperarse de la consultoría filosófica no sólo un cambio en las concepciones de la vida o en las habilidades del pensar, sino también una modificación en el propio modo de llevar la vida y asumir activamente las crisis existenciales o cognoscitivas (16).

A diferencia de lo anterior, la psicología psicodinámica tiene como objeto la mente del sujeto vista ésta según las teorías que las diversas escuelas afirman sobre su funcionamiento bajo el modelo de leyes, causalidad o dinámicas mentales.

Es decir, se supone una imagen de la mente arreglada a fines o leyes que se teorizan y explican la expresión de la conducta. Tanto el psicoanálisis como la terapia sistémica y la teoría cognitivo conductual ofrecen una imagen de la mente y sus dinámicas, estableciendo

predicciones sobre el funcionamiento mental, ayudados por procesos de valoración diagnóstica que explica en orden a dichas leyes. Por su parte, la teoría humanista refiere la psique a fines de trascendencia aludiendo a un teleologismo explícito. Cuando se parte de estas imágenes de la mente, se aplican como metáforas a una idea de funcionamiento óptimo o deficiente de los sujetos, juzgando, a través de procesos diagnósticos, que existen conflictos o configuraciones mentales o relacionales que explican la demanda de atención del cliente y que se encuentran en oposición a la misma.

Sobre las diferencias entre ambos abordajes en este punto, podemos decir que la consultoría filosófica se renuncia a la afirmación exclusiva de un modelo particular de la mente o de la “psique”, ya que su objeto no es la mente o la psique, sino el pensamiento, el logos, el worldview interpretation, la razón, la conciencia, la filosofía personal. El juicio del filósofo escapa pues, a una imagen de la mente como totalidad de lo real y su representación.

Conceptos como razón, libertad, voluntad, trascendencia, imagen del mundo pueden ser más abarcantes y escapar a las determinaciones teóricas de los conceptos sobre la mente.

Es decir, las imágenes que tenemos sobre la mente pudieran no ser la mente en su totalidad y, si lo fuesen, tampoco serían suficientemente integradores de todas las dimensiones humanas más reflexionadas por la filosofía: el asombro, la vida, la muerte, la libertad, la indeterminación, la dimensión metafísica de la vida y del conocimiento, la indagación, la capacidad de experimentar y preguntarse por el absoluto, la angustia, la cosmovisión, entre

muchas. No estoy afirmando que en la psicoterapia no se pueda trabajar sobre estos tópicos, sino que cuando ello sucede, se realiza teniendo como objeto a la psique y sus leyes o dinámicas, lo cual delimita la interpretación en los marcos de sentidos de esos modelos teóricos sobre la mente.

Para seguir abonando en lo peculiar de la consultoría filosófica podemos mencionar su programa sin fines definitivos o concluyentemente afirmados anclados en concepciones teleológicas determinadas, ni en modelos psicopatológicos. Es decir, el fin de la consultoría filosófica puede ser determinado en el propio proceso de consultoría; es más, puede discutirse si es posible establecerse un fin tanto para el proceso como para la vida y si es posible determinar qué se entenderá por ese fin y cómo se validará que se ha arribado al mismo.

En general, los modelos de mente de las corrientes psicológicas llevan implícita una teleología más o menos explícita: el desarrollo, realización y plenitud del organismo espiritual (humanismo), la homeostasis en el aparato psíquico (psicoanálisis ortodoxo), la desactivación de creencias erróneas (cognitivo conductual), el desarrollo de la condición espiritual (logoterapia), la superación o intervención en algún trastorno de la personalidad (psicología clínica), entre otros. (17)

Otra particularidad de la consultoría filosófica es la posibilidad de validar el método a utilizar. Se parte de la consideración siguiente: el consultante es un sujeto libre, único, racional con posibilidades de autodeterminación.

Por ello, puede dialogarse con él, si lo sugiere o demanda, el método a desarrollar en el proceso de consultoría. Esto puede realizarse con un fin exploratorio: “¿qué métodos del pensar existen?”, o con fines de validación: “¿cuál sería el mejor método para mi dadas las demandas particulares?”; incluso, una vez elegido el método, se puede preguntar: ¿si sobre este método se advierten ciertas deficiencias, no debemos discutir su idoneidad no sólo en relación con este proceso, sino para la filosofía en general?”. En cambio, en los modelos psicológicos o psicoterapéuticos el método de abordaje no se convierte primariamente en un objeto de la reflexión, sino que se considera el camino para obtener los objetivos deseados.

Tiene más el carácter de una técnica que de un elemento sobre el cual hay que pensar. En la consultoría filosófica dialogar sobre el método redunda directamente en la habilidad de hacer conciencia de sí en el consultante; en la psicoterapia dialogar el método comporta

un carácter informativo y, en ocasiones, no se abre a la consideración del consultante por valorar que no beneficia el proceso.

Por ejemplo, en las terapias estratégicas se ofrecen sesiones guiadas por métodos paradójicos en donde se considera contraproducente explicar la razón de tal método de trabajo.

En el abordaje filosófico no pudiera darse el caso de que algún elemento no deba cuestionarse, ya que incluso sobre el propio método de trabajo se rechaza toda restricción de análisis.

Otro elemento particular de la consultoría filosófica se establece en la consideración del diálogo.

Podemos decir que, en su generalidad, la consultoría filosófica valora el diálogo no sólo como medio, sino como el elemento terapéutico fundamental. El diálogo es la condición de posibilidad de toda acción filosófica. El diálogo libre, autónomo y racional se distingue de las comunicaciones prescriptivas, de órdenes y afirmaciones definitivas sobre algún tópico de la vida.

Éstos pueden ser valorados como elementos terapéuticos en las psicoterapias más no en la consultoría filosófica. El diálogo es objeto, medio y fin en la Consultoría Filosófica, es el lugar de la verdad personal y comunitaria. Si bien, en las psicoterapias se reflexiona sobre su papel y centralidad, adjudicándosele las notas mencionadas, en general el diálogo representa un medio para desarrollar contacto afectivo profundo, maternaje, aprendizaje, órdenes, límites, comunicación cognoscitiva de interacciones inconscientes.

Por otra parte, la consultoría filosófica puede incidir en la elección de un modo de vivir consciente que trasciende a la atención particular de algún problema, conflicto o dificultad de la vida cotidiana.

Algunas corrientes de consultoría filosófica descansan en la idea de que la filosofía representa no sólo un cuerpo de conocimientos más o menos racionales o ciertos, sino que se identifica con la totalidad de la intención de los actos de una vida. Es decir, la vida lograda o la vida humanizada es aquella que se pone en el talante de una búsqueda incesante de la verdad, la sabiduría, en un movimiento de desinstalación constante y abierto. Estamos afirmando pues que la consultoría filosófica puede incitar a la realización de una vida filosófica, en donde los resultados del pensar deben afectar la coherencia de la estructura de la existencia personal y no sólo la atención temporal a algún problema, dificultad o dimensión de la psique. En cambio, los abordajes psicoterapéuticos, exceptuando de este juicio a la logoterapia y al humanismo personalista, buscan incidir sobre algún asunto particular de las dimensiones vitales de una persona y en un tiempo determinado de su ciclo de vida, pudiendo dejar de lado una pretensión ética de vida buena o vida feliz añadiéndose a criterios de funcionalidad de la psique o del sistema como predica en este sentido la terapia sistémica de Milán (18).

Por último, añado una peculiaridad y diferencia en torno al concepto que se tiene sobre el consultante/cliente/paciente.

La concepción que desde la consultoría filosófica se tiene del consultante es variada, pero en general se considera como un igual bajo una explícita afirmación de simetría en la relación consultante-consultado. Por ejemplo, Achenbach llamará a su interlocutor huésped, Cavallé lo nombra consultante y Marinoff lo llama cliente. Se estima que el consultor filosófico tiene frente a sí un sujeto libre, autónomo, responsable de sí, no enfermo ni etiquetado por alguna denominación psicológica o psiquiátrica.

La relación interpersonal se considera simétrica y centra el proceso en el desarrollo de

las capacidades reflexivas y argumentales del consultante. Al consultante se le ve como un par, aunque demande la relación de acompañamiento. Esto no elimina el rol del filósofo consultante como un maestro o como un guía en el discurrir filosófico.

El consultor filosófico no pretenda mostrar un expertise en su tarea, sino que éste no determina el resultado del proceso, pues, en última instancia, el consultante tiene ante sí una tarea personal que se ve acompañada filosóficamente, en donde los elementos que se aceptan no se ven movidos, empujados o configurados por dicha relación asimétrica, sino por la autonomía y voluntad en la reflexión personal del consultante.

Los abordajes psicoterapéuticos en cambio, (aunque podemos excluir de este juicio al humanismo rogeriano y al psicoanálisis relacional -cuando no se implica un padecimiento mental-) promueven un carácter asimétrico, en donde el terapeuta juega como un sujeto que se distingue de los otros por su expertise, manejo de las técnicas y teorías de la psicología aplicada, bajo la consideración de utilizar dicha asimetría con fines terapéuticos.

No tenemos ningún juicio peyorativo sobre la asimetría en la relación terapéutica mientras que ésta se utilice rigurosamente con fines terapéuticos en las determinaciones que se elijan a ejecutar sobre la psique. Aunque bajo una mirada contemporánea en donde el papel y rol de autoridad son ampliamente cuestionados, se han observado nuevas reflexiones y cambios en la concepción del consultante/cliente/paciente por algunas psicoterapias que no puedan ya sostener como válida la posición del supuesto saber, de la tutela hacia el paciente, o de las relaciones de poder que tienen como núcleo una posición de privilegio del terapeuta sin vincular esto a fines terapéuticos.

 

¿Qué comparten en lo esencial la consultoría filosófica y los abordajes psicoterapéuticos?

Comenta Peter B. Raabe: “One of the primeary goals in philosophical counseling is for the client to be self reflective. In dialogue the philosophical counselor invites his client to turn her inner thinking to an intersubejtive exchange that have the potencial to result in better self-understanding.

Tanto los abordajes filosóficos como los psicoterapéuticos pueden fomentar el desarrollo del propio pensamiento (autonomía en el pensar desde la consultoría filosófica o pensar como un self que se observa desde las psicoterapias), ponen en movimiento a la subjetividad para establecerse más objetiva, menos autorreferenciada, persiguen romper la estreches de representaciones de sí y de la realidad (la realidad en totalidad en la consultoría filosófica o la realidad personal o de la psique en la psicoterapia), así como el bienestar de las relaciones interpersonales, sea esto último central o periférico en la valoración particular de los abordajes (para la consultoría filosófica esto podría ser una derivación del proceso más no su centro mientras que para la psicoterapia pudiera convertirse en un objetivo central del proceso. Pero, como hemos mostrado, los objetos y la consideración que cada abordaje tiene de los mismos son diversos y distintos. Es decir, un consultor filosófico no realiza psicoterapia, aunque pueda con su servicio incidir en dimensiones que se consideran objeto de la psicoterapia tales como el comportamiento, la autorepresentación y miradas más conscientes y reflexivas sobre las relaciones interpersonales.

¿Qué lugares comunes pueden compartir ambos abordajes?

Creo que esto puede lograrse en la valoración de la historia de la filosofía. Todas las personas que demandan un acompañamiento ante cuestiones de la vida cotidiana lo realizan a través de conceptos con los que buscan englobar qué es lo que les sucede.

Esto se traduce en preguntas concretas como ¿qué es el amor’ ¿Qué es una relación de pareja? ¿Qué sentido tiene la vida ante la dificultad? ¿Por qué el suicidio es o no es válido para ser pensado? ¿Existen valores universales que me puedan orientar o debo yo elegirlos y construirlos de modo personal? ¿Es la vida una carga o una bendición? ¿Para qué tener hijos? ¿Qué son los hijos? ¿Qué es vivir? ¿Qué es ser feliz? ¿Qué es el fracaso? ¿Cómo afronto la conciencia de la muerte?, por comentar algunos ejemplos.

La historia de la filosofía puede analogarse con un baúl repleto de joyas por descubrir que pueden iluminar la vida y transformar el modo en que valoramos las cosas. Son los filósofos quienes han tenido el coraje, el acierto, la dedicación y en algunos casos la intrepidez de reflexionar sobre los tópicos más desconcertantes con radicalidad y pretensión de fundamentación.

Sin duda, como menciona Marinoff (19) existen demandas filosóficas en las personas y éstas no serán satisfechas por abordajes no filosóficos. Es decir, existen problemas netamente filosóficos, aquellos referidos a la búsqueda de sentido último, a la sensación de vacío existencial, a la pretensión de una mayor racionalidad de los elementos del mundo y las acciones, y aquellos que surgen naturalmente en todo ser humano que se da la oportunidad de asombrarse y extrañarse con la complejidad, problematicidad y riqueza de la vida.

¿Es la consultoría filosófica aplicable en todos los casos? Del mismo modo, queremos resaltar que la consultoría filosófica no es aplicable universalmente a todo proceso y en todo momento sí se tiene como criterio de implementación el bienestar personal y social. Es claro que esto es discutible en la consulta filosófica y que, de hecho, pudiese ser un asunto a tratar como objetivo. Pero avanzando sobre esta aporía, se pudiera dar el caso de que la consulta filosófica pudiera servir como sucedáneo o evasiva de un proceso más adecuado para determinadas personas bajo dificultades específicas. Por ejemplo, la imagen del consultante/cliente/huésped filosófico no siempre se da en lo real y pueden existir fallas en funciones emocionales y cognoscitivas básicas que pueden ser ignoradas por los consultores filosóficos.

Por ejemplo, ¿qué sucede ante la evasiva de integrarse como persona en las emociones cuando esta función presenta una falla importante?

Es decir, una consultoría filosófica pudiera incidir en fomentar o ignorar una dificultad mental importante cuando consultante envuelto en la dinámica de priorizar los procesos racionales y lógicos, haga distancia en la interacción con sus emociones y dificultades emocionales.

Ante un sujeto abismado de las mismas o escindido de ellas, los procesos de reflexión filosófica pudieran servir como máscaras que dificulten la autenticidad y autonomía del individuo encerrado en su propio modo de concebir la realidad intra y/o extrapersonal, fragmentando su integración como ser vital a la totalidad de la vida.

Espero que este texto haya servido como un esbozo desde la experiencia y ambas formaciones (filosofía y psicoterapia) para determinar lo propio de la consulta filosófica y lo distinto de la misma en relación con los abordajes psicoterapéuticos.

La línea suele ser muy delgada y lo importante, más que su distinción teórica y práctica, será la conciencia de saber cuándo recurrir a cada abordaje según las necesidades, motivaciones y fines de cada consultante.

 * Licenciado en filosofía, maestro en psicoterapia y doctor en psicoanálisis. Es parte del equipo académico del IF y consultor filosófico y psicoterapeuta en práctica privada.

En el área de la filosofía trabaja la educación filosófica y las prácticas filosóficas; en el área

de la psicoterapia trabaja temas de migración.

*Texto completo de la Revista PIEZAS en diálogo filosofía y ciencias humanas. Semestral – II época, volumen VII, Núm. 23, Diciembre del 2016

 

Referencias bibliográficas:

  1. Vid., Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua? (México: FCE, 1998), 11-17.
  2. Cfr., Gabriel Arnaíz, “¿Qué es la filosofía práctica?” A parte Rei, 53, (2007), 3.
  3. Vid., Iván Canales, “Filosofía desde el horizonte de la praxis” (Chile: Universidad católica del Maule).
  4. United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, refiere en español a la Organización de lasnaciones unidas para la educación, la ciencia y la cultura.
  1. UNESCO, La filosofía, una escuela para la libertad, (México: UNESCO-UAM, 2007), 161-177.
  2. Oscar Valencia Magallón, Fundamentación de las prácticas filosóficas como servicio social, (México:Instituto de Filosofía, 2016), 2.
  1. Peter Raabe, Philosophical counseling, (USA: Praeger, 2001), 3-6.
  2. Víctor Hugo Galván. “Orientación Filosófica”, Primer Congreso Nacional de Filosofía Aplicada. Consultadoen https://www.youtube.com/watch?v=M_NS3bVgl2M (10 de agosto de 2016)
  1. Mónica Cavallé, El asesoramiento filosófico: una alternativa a las psicoterapias, consultado en https:// piensathe los.files.wordpress.com/2012/09/cavallc3a9-cruz-mc3b3nica-el-asesoramiento-filosc3b3ficouna- alternativa-a-las-psicoterapias.pdf (10 de agosto de 2016).
  2. Vid., Mónica Cavallé, La sabiduría recobrada. Filosofía como terapia (Madrid: Kairós, 2002). Mónica Cavallé,La filosofía, maestra de vida (Madrid: Grupo Santillana Aguilar, 2004).
  1. Mónica Cavallé, La sabiduría recobrada, op. cit., 51.
  2. Vid., Roxana Kreimer, Artes del buen vivir (España: Paidós, 2005), 7-22.
  3. Vid., Oscar Brenifier, “¿Puede la filosofía convertirse en una práctica?” Diálogo Filosófico, 68 (2007), 217-228.
  4. Vid., Oscar Brenifier e Isabelle Millon, Cuaderno 1 de ejercicios de práctica filosófica en la escuela [Traducción Mercedes Gª Márquez.], (México: CECAPFIN, S/A), 3-15.
  5. Peter Raabe, Philosophical counseling, op. cit., 15.
  6. Entendemos por crisis existenciales las que se presentan en distintos ciclos de la vida y se manifiestan en la necesidad de preguntarse y responderse por cuestiones de talante metafísico como el sentido de la vida, el fin de la misma, su origen, la razón del dolor, de la muerte, de la injusticia, del sufrimiento, la existencia de Dios. Definimos a las crisis cognoscitivas como momentos en donde las creencias o conocimientos previos no resultan suficientes a la exigencia de la razón y piden ser modificadas mediante procesos de análisis, asombro y crítica que buscan una imagen más racional y veraz del mundo.
  7. Somos conscientes que dentro de los modelos mencionados existen variedades de modelos, por ejemplo, en el psicoanálisis existe la escuela freudiana, la de las relaciones objetales, la de la psicología del yo, la escuela relacional, etcétera, y que mi caracterización puede ser muy reducida, sin embargo, en cuanto que las variantes teóricas se originan en modelos específicos de la mente seguirán postulando una teleología más o menos explícita
  8. Un consultor filosófico no realiza psicoterapia, aunque pueda con su servicio incidir en dimensiones que se consideran objeto de la psicoterapia tales como el comportamiento, la autorepresentación y miradas más conscientes y reflexivas sobre las relaciones interpersonales.
  1. LOU MARINOFF, Philosophical practice. (USA: Academic Press, 2001) 169-171.

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